viernes, 15 de julio de 2016

¿Que te dices a ti mismo? La importancia de nuestro Diálogo Interno.

Shutterstock

Miércoles 9 de la mañana. Juan y Antonio acuden a la misma entrevista de trabajo: 

Mientras espera a ser llamado, Juan está pensando: "¡que nervios!", "me encantaría que me seleccionaran". "Ayer estuve practicando inglés, por si acaso parte de la entrevista es en ese idioma, así me puedo defender bien". "Uff cuanta gente, bueno estamos todos en igualdad de condiciones, ya han visto mi curriculum, así que debo cumplir el perfil que buscan, por eso me han llamado". "Si ya he conseguido otros trabajos con anterioridad, ¿por qué no voy a conseguir este?". Se presenta ante el entrevistador nervioso, pero sonriente y seguro. Su rostro expresa interés e ilusión. Escucha las preguntas con atención y muestra lo mejor de si mismo. Es firme en las respuestas. Al salir, se dice: "lo he hecho lo mejor que he podido", "creo que tengo posibilidades,". "¡Ojalá me cojan! ¿y si no lo consigo? … bueno… habrá otras oportunidades". 

A su lado está Antonio, con la mirada perdida diciéndose a si mismo:  “yo no se para que vengo, nunca me cogen para nada,  siempre meto la pata en las entrevistas”.  Echa una mirada en redondo y piensa: “Uff que cantidad de gente se presenta… tienen pinta de estar mucho más preparados que yo, esto es imposible,  vaya mala suerte tengo, últimamente, todo me sale mal”.  “No hay derecho no consigo nada de lo que me propongo…” Cuando le llega el turno, entra tenso, con la cabeza gacha, el tono de voz bajo y el semblante triste. Titubea al ser preguntado. Al salir de la entrevista, continua con sus pensamientos: “nunca lo conseguiré”, “debería haber saludado antes al señor del centro”, “ya metí la pata”, “no es justo, siempre me pasa lo mismo, nadie me ha hecho ni caso, no volveré a  conseguir  trabajo en la vida…”

Como en el ejemplo, todos mantenemos un diálogo interno continuo. Es tan rápido y mecánico que no nos damos cuenta, pero es tan importante que condiciona nuestra actitud ante la vida. Lo que nos decimos nos produce una emoción. Esta a su vez nos impulsa a actuar de una manera u otra ante determinada situación. Así que, sin apenas darnos cuenta, nuestros pensamientos repetitivos nos sumergen en estados de ánimo que se anclan en nuestra personalidad y guían nuestra conducta, convirtiéndonos en  personas  proactivas o reactivas:

  • PROACTIVIDAD: Es un término que fue acuñado por Viktor Frankl, psiquiatra y neurólogo judío que sobrevivió a los campos  de concentración nazis. Es una actitud que te permite tomar la iniciativa de tu propia vida, luchando incluso en situaciones adversas y trabajando en función de aquello que crees que te puede ayudar. Una persona PROACTIVA se caracteriza por un diálogo interno positivo, cree en sus posibilidades, es realista, se automotiva, reconoce sus capacidades. Su estilo de pensamiento se podría resumir con esta frase: “Quiero conseguir mi objetivo, tengo que trabajar para ello, así que voy a buscar como lograrlo”.
  • REACTIVIDAD: Este termino aparece para describir la actitud contraria a la anterior.  Una persona reactiva adopta una actitud pasiva ante su propia vida, quedando a merced de las circunstancias. Son superados por  los problemas puesto que no tienen capacidad de reacción ante ellos. Su diálogo interno es negativo, pueden llegar a ser muy duros con ellos mismos, de forma que ante cualquier situación sus pensamientos les sacuden, mermando su autoestima. Tienen por tanto un tipo de pensamiento autolimitante: “He sido maltratado por la vida, poco puedo hacer por cambiar mi suerte”.
 Como ya hemos visto en anteriores artículos, la neurociencia  ha demostrado la capacidad del hombre de producir cambios profundos en su cerebro, gracias a la plasticidad neuronal. Siempre estamos a tiempo para cambiar, eso sí, se requiere voluntad y constancia para que, a base de repetir una nueva conducta, provoquemos nuevas conexiones neuronales y se produzca el cambio. Así que, evalúa tu diálogo interno y reestructura lo que consideres que te perturba: 
  1. Presta atención consciente a tus pensamientos. Puedes planearlo o improvisarlo. Es decir, te puedes poner como meta parar cada dos horas, atender a tus pensamientos y escribirlos, o si lo prefieres, cada vez que te des cuenta que estás en plena conversación contigo mismo, parar y  apuntar. 
  2. Al final del día, revisa lo que has escrito e identifica la emoción que te produjo
  3. Detecta las palabras limitantes que distorsionan la realidad, como :SIEMPRE, NUNCA, TODO, NADA, IMPOSIBLE, MALA SUERTE… 
  4. Vuelve a escribir el diálogo de forma proactiva. Te puede servir pensar en lo que te diría una persona que te quiere, o en lo que tu dirías a una persona cercana… somos muchos mas objetivos con los demás que con nosotros mismos. 
  5. Busca palabras o frases que te ayuden, y tenlas siempre presentes. A mi por ejemplo me ayuda pensar: ¿POR QUÉ NO? Elige la tuya.
  6. Una vez que ya hayas identificado tus pensamientos disruptivos y hayas aprendido a cambiarlos, podrás detectar los de tus hijos y enseñarles a cambiarlos de la misma forma. Así, por ejemplo si tu  hijo te dice: “para que voy a estudiar si siempre suspendo”, tu le puedes ayudar haciéndole preguntas: “¿siempre suspendes?”, “¿has llegado a 3º de ESO sin aprobar nada?”, “¿como conseguiste pasar de 2º?”… Conseguirás que sustituya el discurso anterior por uno más constructivo: 
“ Si he sido capaz de llegar a 3º de la ESO, es porque he ido aprobando, ¿por qué no lo voy a conseguir otro año más? Es cuestión de trabajar.

Los deportistas de élite tienen una fortaleza psicológica que han trabajado, igual que trabajan sus músculos. Esta preparación es tan importante, que puede marcar la diferencia entre dos deportistas con el mismo nivel. Terminamos transcribiendo unas declaraciones de uno de los tenistas españoles con mayor éxito y con reconocido control mental y por tanto emocional. Al reincorporarse al circuito internacional después de una grave lesión, Rafa Nadal dijo: 

“Si la rodilla va bien, ¿que razón hay para que no lo logre? Durante ocho años he estado entre el primer y el segundo del mundo. Me atrevo a pensar que en siete meses no se me ha olvidado jugar al tenis”

                                                                                                       

No hay comentarios: