martes, 20 de junio de 2017

No nos creamos tan necesarios.

Había una vez un rey, que se preocupaba mucho por su imagen. Un día, unos comerciantes le convencieron de que habían fabricado la tela más suave y delicada que se pudiera imaginar:

“Además, esta prenda”- añadieron- “es invisible para cualquier
 necio o incapaz para su cargo”

El rey les encargó presuroso su traje: -“¿Quién si no ÉL podría ser digno de tan especial ropaje?"- Sin embargo, le asustaba no ser capaz de ver la prenda, por lo que envió primero a dos de sus hombres de confianza a ver como marchaban los arreglos. Ninguno de los dos pudo ver nada, sin embargo  alabaron con gran entusiasmo las prendas, contándole  al rey cuan maravilloso era el traje que iba a recibir.
 El rey decidió estrenarlo en un desfile por toda la ciudad. Los comerciantes, que en realidad eran unos estafadores, le ayudaron a vestirse, fingiendo todos los ademanes necesarios, pues no había ropaje alguno. Y el rey, incapaz de admitir que no veía nada, ensalzaba la calidad de aquellas telas y lo bien que le sentaban.
Durante el desfile, toda la gente del pueblo piropeaba con grandes aspavientos el traje, temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño dijo:-“¡Pero si va desnudo!”-.
El emperador lo oyó y supo que tenía razón, pero levantó la cabeza y terminó el desfile. Mientras, sus súbditos repetían la frase del niño sin cersar,  riéndose de su rey. 


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    La humildad: lo opuesto a la soberbia
 La humildad tiene varias acepciones en la lengua española, pero aquí nos centraremos en la humildad como virtud.  Es la capacidad para conocernos a nosotros mismos con nuestros puntos débiles y fuertes, sin vanagloriarnos de ellos. Implica  reconocer errores, pedir perdón si es necesario y estar dispuesto a aprender siempre, pues nadie lo sabe todo. Para ello se acepta y valora a los demás, y se reconocen sus logros, independientemente de estudios, títulos y posición. 
A ser humilde también se aprende, pero hay un paso previo indispensable: LA ATUCONFIANZA. Todos conocemos a personas que creen estar en posesión de la verdad absoluta, que se preocupan en exceso de su imagen y por tanto narran sus méritos continuamente como si estuvieran en una entrevista de trabajo. Una persona con seguridad en ella misma no tiene esa necesidad. Por el contrario sabe que no es perfecto, no teme equivocarse, acepta opiniones ajenas y defiende las suyas sin miedo a meter la pata. Cuando uno es prudente y sabe pedir perdón, no debe temer errar.

Si el rey  del cuento hubiera tenido autoconfianza, 
no habría necesitado  demostrar cuan válido era, y por tanto…
 no habría desfilado desnudo ante sus súbditos.


Fomentemos la humildad  
  • La forma en que los niños son tratados en su casa, influye en su personalidad. Si viven entre algodones, creerán que tienen muchos derechos y pocos deberes. Esa situación, obviamente, no es extrapolable a la vida diaria, porque aunque podamos convertir a nuestros hijos en los reyes de la casa, de puertas para fuera, serán  niños como los demás. Y eso es lo que debe aprender, que no son ni más ni menos que nadie.   
  • Ayudémosles a aceptar que no todo los esfuerzos son reconocidos. Cuando los niños se acostumbran a que todo lo que hagan, sea importante o no, se celebre, corren el riesgo de creerse mejores que los demás, incluso con superpoderes. A largo plazo sufren, porque su trato hacia los demás refleja autosuficiencia, y ello produce rechazo.  
  • A través del deporte los niños aprenden a ganar y también a perder.  Obviamente salen a ganar, pero si pierden, deben saber analizar sus errores para mejorar en el futuro. De la misma forma, si ganan, deben saber ponerse en el lugar del otro, ser respetuosos  y asumir que la victoria no es para siempre. Esto es una enseñanza para la vida, pues en todos los ámbitos aparece el fracaso, y nada se gana echando balones fuera. Es mucho mas efectiva la introspección y la aceptación de nuestras debilidades, y  partir de ahí empezar a resurgir.
  • Animémosles a pedir ayuda a compañeros, todos tienen algo que aportar. Cuando uno cree que lo sabe todo y no atiende otras opiniones, acaba teniendo solo  su percepción, y por tanto le falta la información valiosa que le aportarían otros puntos de vista.
  • Y el ejemplo, ¡siempre el ejemplo! Deben ver que sus padres valoran el trabajo de los demás, dejan hablar, piden perdón, se alegran por los éxitos ajenos y no alardean.

Da miedo ver el endiosamiento al que están sometidos algunos grandes futbolistas. Y digo sometidos, porque les dedican tal cantidad de tiempo en los informativos y tales palabras de grandeza, que apabulla. Bueno me apabulla a mi, a ellos, inevitablemente, les crece. La palabra humildad proviene del latín humilitas, que se podría traducir como PEGADO A LA TIERRA. Así debe ser, eduquemos a nuestros hijos para que siempre tengan los pies en la tierra y comprendan que no son más importantes que los demás,  tengan lo que tengan o esté en donde estén. 

Como decía Don Bosco, fundador de la Congregación Salesiana: 
“no nos creamos tan necesarios”



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