sábado, 21 de mayo de 2016

¿Hablar en público yo?

Hace unas semanas asistí a una charla dirigida a un grupo no muy numeroso de personas. El conferenciante, de mediana edad, olvidó presentarse, cogió sus apuntes, leyó el título y sin levantar la mirada continuó leyendo su escrito, con todos sus puntos y sus comas, en el mismo tono, durante  aproximadamente una hora… Solo levantó la cabeza para respirar despacio, en un intento por relajarse. Algunos de los asistentes que estábamos en las primeras filas, lo mirábamos con cara sonriente y asintiendo en un intento de transmitirle confianza y tranquilidad, pero parecía no vernos.  Así que  estuvimos tan pendientes del mal rato que estaba pasando el hombre, que deseábamos que acabara. Yo no sabría decir que nos contó. No me enteré de nada… Solo puedo reconocer su mérito, y agradecerle el esfuerzo, pues fue una gran proeza. 



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Hay personas que tienen una habilidad innata para comunicarse que, junto con otras características personales, les convierten en muy buenos oradores. Suelen ser personas que desde niños destacan por su nivel de expresión, vocabulario, dicción y soltura. Pero, no nos engañemos, la inmensa mayoría de los buenos conferenciantes han aprendido a serlo  enfrentándose a muchas situaciones que han requerido que hablen en público, han estudiado, han practicado y se han preparado expresamente para ello. De hecho, como ya sabemos, todos los políticos tienen un asesor que les marca su forma de comunicarse, para que su mensaje llegue al mayor número de personas. Es como el entrenador para los deportistas.

En cuanto al resto de los mortales, que no somos famosísimos conferenciantes, ni políticos, ni periodistas, ni actores, aprendemos a comunicarnos desde pequeños en nuestra interacción con los demás, y dependiendo de nuestra actividad profesional, desarrollamos más  o menos nuestra capacidad de transmitir en público. Actualmente algunos colegios han incluido en su currículo actividades para trabajar esta faceta, y como he tenido la suerte de  comprobar, con muy buenos resultados. Sin embargo todavía no es una práctica muy extendida, una pena, porque hay quien piensa que saber expresar ante los demás tus ideas, debatir y argumentar es igual de importante que tus estudios. No es una idea descabellada,  porque el hacer una buena presentación en público, implica:  capacidad de comunicación, claridad de ideas, organización mental, riqueza de vocabulario, capacidad de síntesis y dominio de emociones entre otras muchas cosas.

Nuestro propósito de hoy es dotar a los niños de habilidades para desenvolverse en público de forma natural y evitar el miedo escénico, es mucho más fácil prevenir que curar , y con pequeños detalles podemos ayudarles mucho. Estos son solo algunos ejemplos. Empezamos:

  • Démosles la oportunidad de tener una vida social rica y variada. Mientras más posibilidades tengan para comunicarse, mayor desarrollo del área verbal tendrán. Es muy conocido y estudiado el caso extremo de John Ssabunnya, el niño salvaje, que fue encontrado en la selva de Uganda en los años 80 después de haber vivido con los monos durante 3 años (de los 3 a los 6). Al no haber convivido con humanos, era incapaz de hablar, no había tenido oportunidad de aprender. No se trata de que los nuestros sean los reyes de todas las fiestas… pero los campamentos, las escuelas de deporte, y excursiones son de gran ayuda.
  • Dejémosles hablar; muchas veces los interrumpimos instintivamente,  por ejemplo cuando vamos al médico y les preguntan: “¿que te pasa?”. Somos los padres los que contestamos… Dejémosles a ellos explicarse, animémosles a que pregunten  los precios en las tiendas, a que pidan sus estampas de fútbol o a que compren el pan… evitemos ir siempre por delante.
  • Fomentemos la lectura: es la mejor forma de adquirir vocabulario. Es una pena que a muchos niños les cueste tanto, lo ven como una obligación, y en parte es culpa de los adultos. Enfoquémonos en que lean lo que les gusta a su ritmo, creo que no es tan importante la velocidad lectora, como la comprensión y la emoción. Esto hace que se enganchen, la velocidad vendrá después.
  • Enseñémosles a escuchar: asistamos a teatros, a cuenta cuentos, a recitales, y si los protagonistas son niños mejor, se aprende mucho observando. Recuerdo la primera vez que vi un concurso de declamación de niños de 9 años,  me llamó la atención el respeto con  el que el resto atendía a su compañero. Me acuerdo que pensé: “cuando yo tenía esa edad, si un niño hubiera recitado una poesía en un escenario delante de todo el curso, los demás estaríamos riéndonos a carcajadas…” no estábamos acostumbrados… 
  • Animémosles a participar en teatros: los grupos de teatro son magníficos para perder el miedo y ganar  expresión corporal, dicción y muchas más cualidades.
  • Enseñémosles a escribir un diario: les ayuda a conocerse a sí mismos, a expresar emociones y les obliga a elegir las palabras adecuadas para ello, todo un reto.
  • Fomentemos los juegos en grupo, por ejemplo los de gestos, donde tengan que expresar algo sin palabras.  Tendrán que actuar delante de amigos en un ambiente distendido, así van soltándose jugando, además  de desarrollar el lenguaje no verbal.

El proximo post lo dedicaremos a analizar técnicas para hablar en público. Así que, para ir entrando en materia, os dejo con una escena de la película INVICTUS, donde Mandela (Morgan Freeman) se presenta en una reunión de sus seguidores para convencerles de que no prohiban el equipo de rugby de los blancos, lo cuál ya habían votado y decidido. Os animo a que lo observéis en profundidad: su tono de voz, su mirada, las pausas, la organización del discurso ,las palabras elegidas, el  lenguaje no verbal. Es curioso como los persuade enfocándose en su fortaleza como grupo, les recuerda lo que ellos han hecho bien,  lo compara con lo que los otros hicieron mal, y les anima a ser fieles a sí mismos y no caer en los mismos errores que sus oponentes… Un discurso muy inteligente y muy ASERTIVO





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